De “Pláticas Inspiradas” de Swami Vivekananda
 
 
 
 
 
 
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La ilusión crea la ilusión. La ilusión se crea por sí misma, y a sí misma de destruye, así es Maya. Todo cuanto llamamos conocimiento, como está basado en Maya, constituye, un círculo vicioso, y con el tiempo ese mismo conocimiento se destruye a sí mismo. Soltad la soga; la ilusión no atañe al Atman. Cuando nos mantenemos asidos de la soga nos identificamos con Maya, ésta tiene poder sobre nosotros. Abandonadla, sed sólo el Testigo, y podréis entonces admirar sin molestias el panorama del universo.
 
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Aprende a ayudar sin complacer ni sentir que hay desdicha alguna. Aprende a ser el mismo para el amigo como para el enemigo, y cuando puedas hacer esto y no tengas ya deseo alguno, habrás alcanzado la meta.
 
 
Corta el árbol baniano del deseo con el hacha del desinterés y se desvanecerá enteramente. Todo es ilusión. “Aquel que se ha despojado de los pesimismos y las ilusiones, que ha conquistado los males de la asociación, él sólo es azad (libre”).
 
Amar a alguien personalmente es ligadura. Amad a todos por igual y entonces todos vuestros deseos se desvanecerán.
 
El tiempo, que todo lo traga, llega, y todas las cosas tienen que desaparecer. ¿Por qué tratar de mejorar el mundo, de pintar la mariposa? Todo tiene que por fin. No seáis como insignificantes ratas blancas en la jaula giratoria, siempre trabajando sin conseguir nada. Todo deseo lleva entremezclado algún mal, lo mismo si es bueno como si es malo. Es como el perro que salta por alcanzar el pedazo de carne que cada vez retrocede fuera de su alcance, y muere finalmente como un perro. No seáis así; arrancaos todo deseo.
 
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El herir a otros crea ligaduras y oculta la verdad. Las virtudes negativas no son suficientes; tenemos que conquistar a Maya y entonces ella nos seguirá. Sólo merecemos las cosas cuando han dejado de ligarnos. Cuando las ligaduras cesan, real y verdaderamente, todas las cosas vienen a nosotros. Únicamente aquéllos que nada necesitan son dueños de la naturaleza.
 
Refugiaos en algún ser que ya haya roto sus ligaduras, y con el tiempo él os hará libres mediante su gracia. Más elevado aún es tomar refugio en el Señor (Isvara), pero es lo más difícil; sólo se puede hallar uno en cada siglo que lo haya hecho de verdad. Nada sintáis, nada sepáis, nada hagáis, nada tengáis; dadlo todo al Señor y exclamad de todo corazón: “Tu voluntad sea hecha.” Este cautiverio es sólo un sueño nuestro. Despertad y dejadlo ir. Refugiaos en Dios, únicamente así podréis cruzar el desierto de Maya. “Suelta la soga, sannyasin valiente, di: ¡Om Tat sat Om!”
 
Es un privilegio el que se nos permita ser caritativos, porque sólo así podemos crecer. El pobre sufre para que nosotros seamos los ayudados; él que da debe arrodillarse y dar las gracias para que quien recibe le permita hacerlo. Ved al Señor tras cada uno de los seres y dadle a Él. Cuando cesemos de ver el mal, el mundo deberá terminar para nosotros, ya que el librarnos de tal error es su único objeto. El pensar que existe una imperfección, la crea. Sólo los pensamientos de fuerza y perfección pueden curarla. Por mucho que sea el bien que podéis hacer, algún mal habrá en él; pero hacedlo todo sin considerar el resultado personal, dejando todos los resultados al Señor, y entonces ningún bien ni mal os afectará.
 
Trabajar no es religión, pero la obra hecha rectamente lleva a la libertad. En realidad toda compasión es tinieblas, porque ¿a quién compadecer? ¿podéis compadecer a Dios? ¿y existe acaso algo más? Dad gracias a Dios por haberos dado este mundo como un gimnasio moral para ayudar a vuestro desenvolvimiento, pero nunca imaginéis que podéis ayudar al mundo. Estad agradecidos a aquél que os maldice, porque os da un espejo para que veáis lo que la maldición es, y también una oportunidad para refrenaros; así, bendecidle y quedad contentos. Sin ejercicio no puede surgir el poder, sin espejo no podemos vernos a nosotros mismos.
 
La imaginación impura es tan mala como la acción impura. El deseo dominado conduce a los resultados más altos. Transformad la energía sexual en energía espiritual, pero no seáis afeminados, porque eso seria desperdiciar vuestro poder. Cuando mayor es esa fuerza, tanto más se puede hacer con ella. Sólo una poderosa corriente de agua puede hacer minería hidráulica.
 
Lo que necesitamos hoy es saber que existe un Dios y que podemos verlo y sentirlo aquí mismo y ahora mismo. Un profesor de Chicago dice: “Cuidad de este mundo que Dios cuidará del mundo futuro.” ¡Qué insensatez! Si somos capaces de cuidar de este mundo ¿para qué necesitamos de un Dios problemático que cuide del otro?
 
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Los Cristos y los Budas no son simplemente ocasiones sobre las cuales objetivar nuestros propios poderes internos. En realidad, somos nosotros quienes respondemos a nuestras propias oraciones.
 
Es una blasfemia pensar que si Jesús no hubiera nacido, la humanidad no habría sido salvada. Es horrible olvidar de ese modo la divinidad de la naturaleza humana, una divinidad que debe manifestarse. Nunca olvidéis la gloria de la naturaleza humana. Nosotros somos el Dios más grande que ha habidos, que hay o que en tiempo alguno habrá. Los Cristos y los Budas son sólo olas en el océano sin límites que Soy Yo. No os inclinéis ante nada a no ser ante vuestro propio YO superior. Hasta que sepáis que sois ese mismo Dios de dioses, no habrá liberación para vosotros.
 
Todas nuestras pasadas acciones fueron realmente buenas porque nos han traído a lo que actualmente somos. ¿A quién hemos de pedir? Yo soy la existencia real y todo lo demás es un sueño excepto yo. Yo soy todo el océano; no llaméis yo a la pequeña ola que habéis formado; sabed que es tan sólo una ola. Satyakama (amante de la verdad) oía la voz interna que le decía, “Tú eres lo infinito, lo universal está en ti. Contrólate a ti mismo y escucha la voz de tu verdadero YO.”
 
Los grandes profetas que luchan han de ser menos perfectos que los que viven una vida de santidad silenciosa pensando grandes pensamientos y ayudando de ese modo al mundo. Esos hombres, al morir unos tras otros, producen como resultado final el hombre poderoso que predica.
 
 
 
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