Por Shamar Rinpoche
La meditación es una práctica sumamente profunda, en la que se ahonda más y más en la medida que uno progresa. Mi consejo a todos es empezar de una manera sencilla, tan sencilla como sea posible. Honestamente, sin embargo, debo deciros que me siento limitado para emprender la tarea de comunicar la verdadera experiencia, incluso la forma más elemental de meditación debido a los límites del lenguaje. La terminología de cualquier lengua, dado que es una invención humana, está basada exclusivamente en la experiencia común, y así ocurre con el lenguaje filosófico, que está confinado dentro de los límites de la experiencia interior compartida, sin ningún punto de referencia exterior con el que estar de acuerdo. El lenguaje,intrínsecamente, es incapaz de trascender la experiencia personal, y esto es la raíz del dilema al que nos enfrentamos. Si, por ejemplo, tú tocas una taza de té caliente la sensación de calor se percibe y, de la misma manera, sentirás una sensación de frío si tocas un cubo de hielo. Así, los términos caliente y frío tienen un significado bastante preciso sobre el que todo el mundo puede estar de acuerdo, ya que todos hemos experimentado estas sensaciones a través del contacto físico en algún momento. Pero ¿cómo vamos a verificar nuestra mutua aceptación de términos usados para comunicar incontables experiencias, tales como ciertos estados de conciencia que emergen durante la meditación?
Aunque es verdad que, durante los siglos precedentes, una jerga filosófica ha surgido en Tibet en base a determinados términos del Dharma, inventados por meditadores, la comprensión de los significados reales de estos términos requiere un substancial cúmulo de información y estar, en algún modo, familiarizado con estas experiencias. Se dice, por ejemplo, que en la práctica del Mahamudra, surge la experiencia de “Rojik” (la cual se traduce aproximadamente como “un gusto”)
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Mahamudra quiere decir literalmente “La Meditación del Gran Sello”, en el sentido de que es como un sello lacrando un documento con cera fundida; esto no es cambiante; esto significa que después las cosas son percibidas equilibradamente.
Este es uno de los muchos niveles de realización que puede conseguirse a través de la práctica de Mahamudra. Es difícil precisar a qué se refiere el término Rojik. La palabra “gusto” es sólo una analogía para una clase de experiencia mental. No se trata del gusto experimentado por la lengua. Una persona que haya experimentado la consciencia de un gusto puede comunicarse con alguien más que haya tenido la misma experiencia por medio del uso de esta palabra, pero el término será abstracto e incomprensible para aquellos otros que todavía no lo hayan experimentado.
Como nos indica este ejemplo, la terminología del Dharma puede funcionar como una vía de comunicación casi perfecta entre dos seres que comparten la misma profundidad en la realización de la meditación, pero usándola de una manera general tiende a ser vaga y obtusa, y solo es capaz de proporcionar un bosquejo aproximado del significado perseguido.
Sin embargo, a pesar de estos puntos de vista sobre la naturaleza del lenguaje, intentaré compartir mis ideas acerca de la meditación.
Como ya he dicho anteriormente, la meditación más profunda empieza con una meditación sencilla. La que proporciona la calma duradera (T:Shinnay, S: Shamatha) consiste en una técnica muy efectiva, que es vigorizante y nada complicada. Existen muchos métodos diferentes, y todos tienen el mismo propósito subyacente: capacitar a la mente a permanecer en paz y sin interrupción en un estado estable con una concentración enfocada en un punto, durante un prologado periodo de tiempo. Uno empieza por aprender a sentarse durante periodos de diez, veinte o treinta minutos, extendiendo gradualmente la duración de las sesiones de meditación. La capacidad de permanecer en un estado de completa absorción se considera extremadamente avanzada, pero incluso durante los primeros estadios de la meditación uno puede aprender a sentarse tranquilamente y ser consciente de su mente, observando el flujo de los pensamientos que aparecen y se van, que son como el rápido movimiento de las nubes en el claro cielo.
Al principio, la mente del meditador es como un caballo salvaje, y por medio de comprometerse en la práctica consistente de la meditación, de la pacificación mental, ésta se podrá domesticar gradualmente. Finalmente, la mente se convertirá en algo claro y completamente libre de agitación. La actividad de la mente, que al principio es una cascada de agua, más tarde se convierte en el suave fluir de las corrientes de un río ancho para transformarse, finalmente, en las tranquilas aguas de un claro lago de montaña.
Para sentar las bases del desarrollo de la capacidad de concentración, que es el corazón de la meditación de la calma duradera, nosotros deberemos empezar explorando la naturaleza de la distracción para determinar en qué consiste y cómo aparece. Existen dos principales categorías de la distracción: interior y exterior.
La distracción exterior se refiere a las molestias del entorno físico, tales como sonidos que perturban la concentración. A veces, la distracción puede ocurrir sin uno darse cuenta. Es fácil distraerse siguiendo toda clase de pensamientos, siendo envuelto de esta manera en experiencias externas sin ser conscientes de lo que está ocurriendo. Al principio, es difícil mantener la atención sin perderse, pero, lentamente, en progresivos estadios, esas influencias externas que nos distraen son superadas. A veces, para realizar la disciplina en la meditación, meditadores experimentados utilizan técnicas adicionales como la de mantener en equilibrio un vaso lleno de agua sobre sus cabezas. La distracción puede tomar muchas formas, algunas aparentemente positivas y otras aparentemente negativas. Las distracciones negativas incluyen todo tipo de estados emocionales agitados, tales como el enfado, los celos y el miedo. Así, es posible que las intensas emociones parezcan ser magnificadas por la práctica de la meditación, convirtiéndose en sentimientos más abrumadores. Esto sucede debido al hecho de que en la vida ordinaria la mente está normalmente saltando de aquí a allí, con un movimiento a la deriva, agitado, charlando sin cesar, preocupada con una actividad mental incesante, por lo que los estados emocionales tienden a no notarse de una manera profunda. Sin embargo, en el espacio vacío de la mente, tranquilamente absorbida, la fuerza obsesiva de los patrones emocionales, se transforma en algo claramente obvio.
Las distracciones interiores que implican sentimientos positivos son más sutiles y engañosas. Suceden como maravillosos y agradables marcos de la mente que resultan de exitosos logros en la práctica de la meditación de la calma duradera, y se caracterizan por tremendos sentimientos de satisfacción, comodidad y un sentimiento de felicidad y bienestar. La dificultad reside en que es bastante probable que el meditador se apegue a estos estados de la mente y se esfuerce en provocar que se repitan en un intento de mantener un sentimiento duradero de abandono dichoso. De esta manera, el apego se transforma en un obstáculo que impide un avance en posteriores estadios de consciencia.
En la ausencia de distracciones, tanto interiores como exteriores, emergerá un sentimiento de bienestar, claridad y de apreciación intuitiva de la vacuidad. Sin embargo, en este momento, con nuestra forma de pensar ordinaria, nos detenemos y miramos a una taza de té que está sobre la mesa, enfrente de nosotros, no sentiremos estas cualidades positivas de la mente emergiendo. Incluso si fuéramos capaces de mantener un estado de atenta conciencia mientras enfocamos la atención sobre un objeto, sería como sujetar a un pony salvaje al otro extremo de un lazo.
Pero, en la medida que uno progresa en la meditación, la mente se domestica más y más y, finalmente, el objeto de la atención se cambia al yo; resultando en una experiencia de bienestar expansivo, claridad y un vasto sentimiento de vacuidad que lo impregna todo, que se caracteriza por la ausencia de los habituales conceptos ordinarios, tales como los de concebir los fenómenos (percepciones sensoriales) tan substancialmente reales y que parecen emerger desde una naturaleza propia inherente. En este estadio, un maestro o guía, es indispensable. Es difícil que uno por su cuenta pueda reconocer e interpretar correctamente lo que está ocurriendo, ya que uno está inmerso en la experiencia y no puede discernir si la experiencia es genuina o se fabrica intencionadamente por sutiles inclinaciones mentales que surgen de expectativas preconcebidas. No siendo capaz de percibir los sutiles trabajos de la mente, uno asumiría naturalmente, por cuenta propia, que la experiencia no es inventada. Sólo alguien que esté familiarizado con los diferentes estadios de la práctica meditativa será capaz de ver claramente lo que está ocurriendo en realidad. A la hora de elegir un maestro, se deberá considerar que él o ella tenga talento, sea maduro y paciente y capaz de ser directo y hábil sin ser tosco o que desanime al estudiante aspirante. Yo no puedo sobre-enfatizar la importancia de encontrar un maestro.
Por lo tanto, como hemos visto, la aparición de un auténtico sentimiento de bienestar, vacuidad y claridad es una indicación de haber realizado con éxito la meditación de la calma duradera. Esto, a su vez, dará pie, naturalmente, a una creciente capacidad de estar con agudeza en estas experiencias. Por ejemplo, si una experiencia de bienestar surge, y se desarrolla un foco de atención exclusivo en esa experiencia, finalmente se transformará en algo estable y duradero. Sin embargo, la naturaleza dualista del pensamiento humano inhibe la actualización de un sentido imparcial y puro de bienestar, porque la mente tiende a crear esta clase de sentimiento, para contrarrestar los pensamientos incómodos y molestos, y, por lo tanto, el sentimiento de alegría experimentado podría ser simplemente una invención artificial, basada en una expectativa, en vez de una percepción válida obtenida de manera natural.
Esto también es verdad para la experiencia de claridad, que puede fácilmente ser distorsionada. Antes de que profundicemos, definamos primero el término claridad. La claridad de la mente no es más que la consciencia de la consciencia misma. A veces, se habla de ella como de la presencia de una luz clara, que se refiere a su cualidad de intensidad, conciencia lúcida; tiene la capacidad de iluminar con el sentido de hacer conocido lo desconocido. Literalmente, no emite luz como lo hace una farola. Es simplemente, una forma de hablar.
En la vida diaria no somos conscientes de la naturaleza esencial de la mente. La clara luz subyacente de la naturaleza de la mente es normalmente obscurecida por el mar de pensamientos que surgen, debidos a la estimulación de los aspectos físicos y mentales de la conciencia sensorial, como un resultado de la presencia de condiciones secundarias que las sustentan, tales como, la interacción entre las apariencias de los fenómenos exteriores y las facultades de los sentidos, así como los procesos cognitivos que transmiten la experiencia sensorial dentro de las percepciones sensitivas mentales. Este estado preocupado de la mente es realmente una clase de estupor o somnolencia y está basado en la ignorancia cegadora de los estados mentales densos en los que la autoconsciencia está ausente. Son unas series de acciones cognitivas continuas que están ocurriendo automáticamente, y, reacciones que suceden sin contar con el autoreflexivo, autoconsciente aspecto de la conciencia.
En breve, la capacidad reflexiva de la mente es la base de la verdadera inteligencia, y toda la actividad mental superflua que continúa sin estar conectada con la autoconsciencia de la mente consciente que lo envuelve todo, es simplemente actividad mental ciega, una clase de ruido que sirve para distraer la mente de su verdadera naturaleza. Una vez que el proceso de pensamiento ha sido pacificado, el resultado es una inmensa claridad. Como he mencionado antes, si el apego del sentimiento de claridad aparece, crea un estado artificial de la mente, que quita mérito a la experiencia real de claridad y uno se queda de nuevo con un estado ordinario de la mente samsárica. Lo que es verdad para el bienestar y la claridad también es aplicable a la vacuidad. La naturaleza de la mente como vacuidad no es normalmente experimentada debido a la ignorancia. Cuando la mente se percibe como sólida, intrínsecamente real, tensiones y neurosis son inevitables, y, consecuentemente, son vividas equivocadamente como si existieran verdaderamente. Una vez que los pensamientos conceptuales son pacificados, el terreno es despejado para que una auténtica realización de la vacuidad ocurra. Sin embargo, como sucedía con la alegría y la claridad, es un imperativo que el deseo de recrear, prolongar y poseer este estado sea abandonado para que la percepción pueda permanecer pura y por lo tanto, fiable.
Resumiendo, se puede decir que la práctica de la meditación de la calma duradera conduce a conseguir ecuanimidad y paz. En un estado de calma la mente es capaz de una atención clara en la que es consciente de su naturaleza profunda como bienestar dichoso, claridad y vacuidad, sin imponer el concepto equivocado de verdaderamente substancial, existencia inherente, sobre la mente misma. Con una práctica continua el potencial para que esas capacidades aumenten no tiene límites y finalmente, uno entra en un estado de iluminación. Es como una oruga emergiendo del capullo como una mariposa. La conciencia de una persona con este nivel de consciencia está totalmente desapegada de las preocupaciones mundanas o intereses egoístas, y él o ella está solamente interesada con el desarrollo adicional de la concentración meditativa, aunque, por supuesto, es todavía necesario comer para mantener el cuerpo. Sin embargo, por muy elevados que esos estados meditativos puedan ser, no transcienden la existencia samsárica y no provocan la liberación última. No son comparables con la iluminación de Buda.
Para conseguir la amplia conciencia que caracteriza el estado de iluminación, así como la obtención de la liberación de estados samsáricos de conciencia, es crucial que la práctica de la meditación de la calma duradera sea combinada con la meditación superior de la visión profunda. (T: Lhaktong, S: Vipashyana), la cual es también, a veces, llamada meditación analítica. Una vez que se ha aumentado la capacidad de la mente para mantener la atención de la calma duradera, la meditación superior de la visión profunda llega fácilmente y de manera natural. Aunque mucha gente habla de vipashyana como una forma de meditación, a menudo empleada por meditadores aprendices de varias tradiciones, en este caso, el término es usado de una manera muy específica. Realmente, la misma palabra puede ser usada para describir dos diferentes niveles de práctica. Aquí se refiere a una práctica más bien avanzada, y a su estado más elevado, esto es inseparable de la conciencia de un Buda. Así que no es nada común.
Dentro del contexto de la filosofía budista tántrica, incluso el razonar intuitivo altamente evolucionado del madhyamaka, y otras escuelas de pensamiento, son categorizadas como tipos superiores de meditación de la visión profunda. En general, aunque están interrelacionadas, la meditación de la calma duradera se refiere normalmente a la fase de desarrollo, y la superior, de la visión profunda, a la fase de finalización, y así, en su materialización se considera una forma de meditación muy avanzada.
Como principiantes debemos analizar nuestro estado de la mente actual y darnos cuenta que es una ilusión. Por medio de investigaciones lógicas debemos descubrir la causa de la confusión mental. Nuestra búsqueda nos conducirá inevitablemente a ver claramente que los fenómenos interiores y exteriores (sensaciones mentales y objetos de la percepción de los sentidos) no tienen substancia y son irreales.
Al empezar la meditación analítica, lo mejor es observar la naturaleza del fenómeno exterior y, entonces, proceder de una manera gradual con aspectos más sutiles de la mente, ya que este segundo aspecto, aunque menos obvio, es una consideración más relevante para la práctica de la meditación. Por medio de la indagación lógica podemos ver que los objetos externos son simplemente manifestaciones de estados confusos de la mente, y no existen como creemos que lo hacen. En realidad, son simples proyecciones mentales. Es por esta razón que en el Budismo Mahayana, la comprensión de la naturaleza de la causa y efecto, tal como se observa en el mundo exterior, es la base sobre la cual se sustentan otros enfoques filosóficos.
Una vez que la naturaleza de estas proyecciones mentales es entendida, se puede invertir el proceso mental que crea el aparente constreñimiento sólido de la realidad ordinaria, y, de esta manera, es posible trascender los estados de la mente ordinarios que son controlados por la confusión. Nuestra experiencia del presente, relegada al contexto de realidad relativa, nos conduce a ver los acontecimientos mentales que se suceden, o, en otras palabras, los fenómenos exteriores, como substancialmente reales, mientras que, de hecho, su naturaleza es ilusoria, como imágenes en un sueño. Es por esta razón que somos controlados por estas ilusiones.
Por medio de la meditación, podemos, finalmente, superar esta tendencia, mientras la mente se da cuenta de una manera gradual de su propia naturaleza. Progresivamente, las ilusiones que se manifiestan externamente, llegan a estar bajo un control consciente, e, incluso, sirven como un realce de la práctica meditativa. Los Bodhisattvas, seres que han realizado la naturaleza de la vacuidad y que han cultivado con éxito la compasión perfecta para todos los seres, son capaces de utilizar, e incluso transformar la realidad ilusoria para satisfacer espontáneamente las necesidades de los seres sintientes y, además, son capaces de manifestarse simultáneamente en varios reinos para guiarlos.
El Buda Amitabha, por ejemplo, se manifiesta en el reino búdico de Dewachen, mientras se manifiesta simultáneamente en cualquier otra parte que le sea apropiado hacerlo. Esto es posible porque es capaz de controlar la realidad. El es como un médico que es capaz de curar cualquier enfermedad con la medicina apropiada.
El nivel de maestría de un Buda, tal como Amithaba es bastante grande, pero incluso en estadios más tempranos se pueden manifestar grandes capacidades. Un practicante que ha dominado los seis yogas de Naropa será capaz de dedicarse a la práctica del sueño consciente. Siendo capaz de mantener la consciencia durante el sueño adquiere la capacidad de manipular las fuerzas causales de un sueño, que no están fijadas fuertemente. Con práctica, pueden ser controladas por la mente. Un practicante muy realizado es capaz de expandir esta consciencia y relacionar el mismo principio a fuerzas causales en la vida diaria. Es por esta razón que los Bodhisattvas de primer y segundo nivel, habiendo conseguido la capacidad de manifestarse libremente, son capaces de beneficiar grandemente a los seres, aunque no con tanta amplitud como los Budas. El principal objetivo de tales prácticas es percibir la esencia de la mente tal como es. Una prueba de esta esencia sería el restablecer la vista a una persona ciega.
La percepción de la verdadera naturaleza de la mente es más y más exacta en la medida que uno se familiariza con la práctica. Por lo que, es beneficioso utilizar la meditación analítica para llegar a una conceptual aproximación de la intrínseca naturaleza de la mente, la cual será más tarde revisada a través de la experiencia directa.
El análisis empieza con observaciones muy básicas. Por ejemplo, veremos que la mente no es de una naturaleza física, tiene otras cualidades que aquellas que pueden ser vistas y tocadas, y que se adscriben al cerebro.
Pero eso no es nada. Es una presencia viva que es intensa y dinámica. La naturaleza real de la mente es clara, vacía y no obstruida. Además, podemos dividir la mente en dos aspectos. El primero, es el estado del que somos conscientes, el cual, consiste en un flujo continuo de pensamientos que surgen y cesan, cada uno distinto del anterior.
Intenta contar el número de pensamientos que ocurren en sesenta segundos. Puedes ver que muchos aparecen y se van. Los pensamientos no son entidades sólidas, y no es posible parar el surgir y cesar de éstos. Intenta contar los colores que tú ves ante ti en este instante. La mente percibe cada color claramente, aunque no se concentra específicamente en cada uno. Cada color es la causa de un nuevo pensamiento emergiendo. Así que si todos los pensamientos son eliminados, ¿qué queda?
Lo que resta es el segundo aspecto de la mente, que se enfoca en sí misma, en vez de en otros objetos. Nada será visto, oído, degustado, olido o sentido por medio del sentido de la conciencia cuando ésta suceda, y la conciencia será completamente liberada de todo confinamiento.
Siguiendo esto, el alcance de la visión mental,
el oído, etc. Se hará inmensamente más grande que antes, y así, los cinco
tipos de conciencia perceptiva de los sentidos más elevados ocurrirán.
Para alguien que es nuevo en la meditación, a través de una práctica básica
que pone énfasis en ser consciente del yo, tiene el potencial de progresar a lo
largo de los estadios descritos aquí. Finalmente, en la medida que la capacidad
de mantener la atención en un punto sin esfuerzo se desarrolla, emociones
perturbadoras tales como el orgullo y los celos, pueden ser analizadas.
Como resultado, los objetos exteriores de atención se transforman en objetos interiores de atención. La verdadera raíz que lleva a colgarse de la realidad como verdaderamente existente no puede ser arrancada hasta que un nivel muy avanzado de meditación superior de la visión profunda es conseguido. Pero es todavía posible que mucho antes las emociones conflictivas sean, al menos, parcialmente suavizadas.
Incluso al principio, la práctica de la meditación de la calma duradera, disminuye los obstáculos emocionales permitiendo ver claramente cada emoción cuando surge, y, por lo tanto, comprender que verdaderamente no existe, siendo, simplemente un acontecimiento mental. Si la mente es capaz de darse cuenta de la vacuidad de las emociones, entonces no existen. Incluso el apego remitirá cuando sea reconocido como vacío. El karma, por otro lado, continuará funcionando como el incesante flujo de causa y efecto. La meditación de la calma duradera por sí misma, no tiene el poder de liberar al meditador de la necesidad de estar sujeto al proceso de causa y efecto. La disciplina en la vida diaria, tal como la regulación de la ingesta de comida, ayuda disminuyendo el impacto de las experiencias frustrantes sobre el equilibrio de la mente.
Para cuando se haya conseguido un nivel que le permita a uno dedicarse a la meditación superior de la visión profunda, los problemas relacionados con los efectos kármicos no molestarán mucho. Sin embargo, el nivel de la práctica de la meditación de la calma duradera, puede ser, todavía, fácilmente perturbado. ¿Qué hacer con esto?
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Una recomendación que yo doy es la de tomar los votos de Bodhisattva, que suponen un compromiso de postergar un deseo de iluminación ante el gran objetivo de ayudar a todos los seres. Por medio de tal compromiso, uno siembra en ese momento las semillas para su futuro desarrollo, resultando ser un fuerte y sincero deseo de liberar a todos los seres del sufrimiento del samsara. Es beneficioso recordar a la mente que todos los seres, sin excepción, son nuestros familiares, ya que, en algún momento, durante anteriores existencias, han sido nuestros padres o madres, y nos han mostrado inconmensurable cariño.
Manteniendo esta clase de perspectiva se transforma la práctica de uno completamente, ya que si la motivación personal de esforzarse por la propia liberación es alterada a causa de la compasión, entonces se adopta, realmente, el camino más corto y directo de conseguir la iluminación. ¿Por qué? Porque desde el mismo comienzo, esta motivación pone el foco de los propios pensamientos en línea con los de Buda.
Tomando los votos de Bodhisattva, uno promete seguir unas pautas de conducta apropiada, asociadas con la forma de vida de un Bodhisattva. Los votos se relacionan, no sólo con la propia actividad exterior, sino también con la actitud interior. Si la promesa es mantenida cuidadosamente y no se permite que se deteriore nunca, el inmenso poder generado por observarlo, suavizará toda clase de potenciales perturbaciones emocionales y obstáculos de la propia práctica. Como Shantideva dijo en “La vida de un Bodhisattva”: “Tomar este voto le protege a uno de toda clase de obstáculos”. Por lo que es necesario hacer continuos esfuerzos para mantener este voto, renovarlo interiormente de una manera regular y particularmente cuando uno se da cuenta que ha sido incumplido. El enfado, los celos y el orgullo son los principales factores que debilitan el compromiso y la propia convicción. Habiendo tomado los votos, uno debería definitivamente hacer todo lo posible por mantenerlos, pero surgirán, por supuesto, muchas dificultades, especialmente al principio.
Es casi inevitable que uno sea arrastrado por pensamientos, palabras o actos equivocados. Como remedio es bueno recitar el “Sutra de las Tres Recolecciones” tres veces al día, mientras se visualizan los treinta y cinco Budas, y se piensa en el bienestar de todos los seres sintientes. De esta manera, el voto será mantenido.
En conclusión, me gustaría animar a todo el mundo a considerar profundamente la importancia de la meditación. Si consideramos realmente lo corto de nuestra existencia, pienso que sentiremos una gran motivación hacia la práctica, aunque somos los únicos que debemos decidir realmente sobre lo que es importante. Otro punto a considerar es la importancia de tener alguien que nos guíe. Ya que estamos dentro de una tradición, es necesario tener un guía. Confiar en un maestro auténtico será algo muy beneficioso para ti.