I
 
COMPARADO POR CONTRASTE
 
 
Pablo comienza por comparar el amor con otras cosas que los hombres de aquellos tiempos estimaban mucho.  No voy a tratar de examinar esas cosas detalladamente. Su inferioridad es manifiesta. Él lo contrasta con la elocuencia. ¡Cuántos anhelan la elocuencia – y cuan noble es! El don de influir sobre las mentes, las almas y la voluntad de los hombres, y despertar en ellas los más altos sentimientos e impulsarlos a las más nobles acciones. Dice Pablo: “Si yo hablare las lenguas de los hombres, y de los ángeles, mas no tuviere amor, soy como bronce que resuena o címbalo que retiñe”. Y todos sabemos el porqué. Todos hemos sentidos la desfachatez de las palabras dichas sin emoción, la inexplicable falta de persuasión que tiene la elocuencia cuando no la acompaña el amor.
 
 
Él lo contrasta con la profecía. Lo contrasta con los misterios. Lo contrasta con la fe. Lo contrasta con la caridad. El amor es más grande que la fe, porque el fin es más grande que los medios. El amor es más grande que la caridad, porque el todo es mayor que la parte. ¿De que sirve tener fe? La fe sirve para unir el alma a Dios. ¿Y de qué sirve estar unido a Dios? Pues, para llegar a ser semejante a Dios, y “Dios es amor”. Es decir, la fe existe para poder amar. El fin es mayor que los medios. El amor, por lo tanto, es evidentemente más grande que la fe. Es más grande que la caridad, porque el todo es mayor que la parte. La caridad es sólo una parte pequeñita del amor; una de las innumerables avenidas del amor; y aun puede haber, y en efecto hay mucha caridad sin amor. No hay cosa más fácil que arrojarle una moneda a un mendigo en la calle; generalmente resulta más fácil hacerlo que dejarlo de hacer; y sin embargo a veces hay más amor cuando se deja de dar. Al precio de esa moneda, compramos alivio a los sentimientos piadosos que surgen en nosotros al contemplar el espectáculo de la miseria. Resulta muy barato – demasiado barato para nosotros, pero a veces demasiado caro para el mendigo. Si realmente le amáramos, haríamos mucho más por él, o haríamos menos.
 
 
El Lenguaje del Amor
 
 
Después Pablo lo contrasta con el sacrificio y el martirio; y yo suplico al pequeño grupo de los que podrían ser  misioneros del Señor, que recuerden que aunque ofrezcan sus cuerpos para ser quemados, si no tienen amor, no hay nada que puedan aprovechar – ¡absolutamente nada! No puedes llevar nada mayor al mundo pagano que la impresión y el reflejo del amor de Dios en vuestro  propio carácter. Ese es el lenguaje universal.  Años os costaría hablar el chino, o los dialectos de la India; pero desde el día en que lleguéis a cualquiera de esos países, ese lenguaje del amor – por todos comprendido – estará vertiendo su elocuencia inconscientemente.  Es el hombre el misionero, no sus palabras. Su carácter es su mensaje.
 
 
En el corazón de África, entre los grandes Lagos, he encontrado mujeres y hombres negros que recordaban al único hombre blando que habían conocido en su vida, a David Livingstone; y cuando seguís sus huellas a través del continente negro, veis iluminarse las caras de los hombres cuando hablan del bondadoso medico que pasó por allí años atrás. No podían entenderlo; pero sintieron el amor que palpitaba en aquel inmenso corazón. Sabían que aquello era amor – que él les entregaba su vida misma aun cuando no hablaba una sola palabra de sus lenguas. Introducid en vuestra esfera de acción – bien sea en vuestra labor misionera, sobre el mar o la tierra, en la vida pública o en la reclusión del hogar – ese sencillo encanto, y el éxito coronará vuestros esfuerzos. No podéis llevar con vosotros nada más grande; y no vale la pena que llevéis algo inferior. Podéis poseer todos los conocimientos; podéis estar preparados para todos los sacrificios; pero aunque entreguéis vuestro cuerpo para ser quemado, si no tuvieseis amor, de nada aprovecharía a vosotros, a la causa de Cristo y a la humanidad, nada absolutamente.
 
 
FINAL DE COMPARADO POR CONTRASTE
 
 
 
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