Cada
Página de 'Acharia' es Una Enseñanza
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- Ensayo
Sobre las Cuatro Nobles Verdades
y
el Camino Óptuple -
En pdf
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Ensayo
Original por Enrique Aguirre Baigorri desde Madrid, España.
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Presentado
a Acharia el 31 de enero de 2003
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Estimada Maestra:
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He
recuperado mi habitación, momentáneamente, donde tengo mi ordenador.
Ando con obras en la habitación de los niños y ellos han tomado la mía
“al asalto”.
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Tenía
usted razón: A medida que escribía se abrían nuevos aspectos y otros se
clarificaban (no tema, no me he devanado los sesos pensando; la cosa ha
sido más espontánea). No he reflejado todo esto en el escrito porque,
por un lado, me daba mucha pereza (trabajo de informático y termino
saturado de ordenador –si fuera recoger hortalizas…), y por otro, porque
por mucho que se escriba, las letras están llenas de agujeros y por
ellos se nos escapa la Totalidad, no en vano, fue el mismo Buda quien
nos advertía de que “toda verdad puede ser refutada”. Eso es algo
que he podido experimentar en la redacción de esta carta. Siempre había
algo que quedaba por decir. Así que, de modo escueto (quizá no tanto) y
algo torpe (quizá en exceso), me he limitado a señalar y no a definir.
Asimismo, he renunciado a leerla más veces porque cada lectura me
sugiere otra forma de expresarlo.
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Tengo
que decir en mi “descargo” que siempre he sido muy reticente a creer que
el Camino Budista se podía fijar en unos cuantos conceptos. Creo que,
precisamente, uno de los grandes problemas que vivimos hoy día es debido
a esas religiones que ha tomado las palabras, como la luna y no como el
dedo que la señala, según la tan socorrida expresión.
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Enrique Aguirre Baigorri
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Las
Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óptuple
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Para
todos ustedes, queridos lectores, éstas son mis palabras acerca de las
Cuatro Nobles Verdades y el Noble Camino Óctuplo.
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Observemos
un poco como discurre la andadura por nuestra humana existencia. Cuando
venimos al mundo es un acto sumamente doloroso (y no sólo para el bebé. La
madre también pasa lo suyo. Bueno, vale, el padre tampoco disfruta
precisamente en la espera). Pero al nacer, pasamos de un estado celestial,
digamos, de ingravidez, flotante y placentero, a soportar toda la presión
gravitatoria sobre nosotros; descubrimos con dolor sensaciones antes
totalmente desconocidas para nosotros: frío, hambre, sed, la barriga nos
duele, escuece... A todo este sufrimiento le ponemos un nombre: ¡BUAAAHHH,
BUAHHHH!
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De
aquí a la caja de pino hay todo un rosario de desventuras y tormentos:
Enfermedades, golpes, la novia que se va con otro, el marido que no se va ni
a tiros, nuestra mascota que 'la palma', el coche superchulo de nuestro
vecino, nuestro trabajo que nos agobia pero nos permite una casa en cada
ecosistema, la casa en cada ecosistema que se merienda todo el esfuerzo de
nuestro trabajo, nuestra tarjeta de crédito que ya no dispone de tal en la
caja del supermercado, etc, etc... y, un buen día, nos llega el sufrimiento
que eclipsa todos los anteriores: La certeza de la muerte.
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Desde
luego que, ante semejante panorama, no es de extrañar que Buda dijese:
"La vida es sufrimiento", Primera Noble Verdad.
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Sin
embargo, de toda esta legión de sufrimiento creo que ninguno como el último
mencionado animó a Shakyamuni a buscar una respuesta a la que fue la Gran
Pregunta de su vida: "¿Cuál es la raíz del sufrimiento?" Porque
la muerte, una vez que nos golpea con su certeza en la conciencia nos pone
ante nuestras narices la angustia, el absurdo de la existencia: "Nacer
para morir" ¿Cuál es el sentido de este dislate?
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A
poco que observemos los ejemplos expuestos anteriormente, nos daremos cuenta
que todos responden a una de estas dos circunstancias: "Algo me ocurre
y no lo quiero" o "algo no me ocurre y lo quiero". No
aceptamos la existencia simplemente así, tal cual es. Segunda Noble
Verdad: "El origen del sufrimiento es el deseo, el apego al
deseo".
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La
naturaleza de nuestro mundo es transitoria, cambiante, pero, por alguna razón,
hemos perdido contacto con esta revelación. De manera que malgastamos una
ingente cantidad de energía corriendo como pollo sin cabeza detrás (o
delante) de los fenómenos que aparecen en nuestra conciencia. A raíz de no
comprender nuestro sufrimiento nos vemos impelidos a buscar dentro de todo
el repertorio fenoménico, algo que pueda sofocar esta insatisfacción y
empezamos una huida hacia delante buscando ese momento divertido, ese viaje,
esa pasión, esa pertenencia que apague el fuego de nuestro descontento.
Pero, sea lo que sea que consigamos, su naturaleza cambiante y transitoria
hará que tarde o temprano lo conseguido se nos escurra como agua entre los
dedos. Incluso si podemos retenerlo con nosotros por un tiempo, vemos que
esto no soluciona en modo alguno nuestro problema. El sufrimiento
fundamental late todavía en nuestro corazón y así comienza una nueva caza
y captura, una más, de parches de felicidad. Un verdadero círculo vicioso
que nos ata a la rueda del sámsara.
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De
todo ello colegimos: Si existe sufrimiento debe haber un fin del
sufrimiento, primero; y segundo, este fin del sufrimiento no puede estar
basado en un fenómeno más. Tercera Noble Verdad: "La extinción
del sufrimiento es el nirvana". Ecuanimidad, extinción de nuestro egoísmo.
Los deseos son trascendidos y no nos aprisionan más. Y así, marcó,
finalmente, el camino, la Cuarta Noble Verdad: "El camino que
conduce a la extinción del sufrimiento es el Noble Camino Óctuplo".
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Si
el origen del sufrimiento está en el deseo, parece lógico suponer, de
entrada, que este Camino nos debe llevar a reducir nuestra sed de deseos, a
trascender nuestro egoísmo. Su observancia y práctica nos conduce a un
estado de equilibrio interior, a una mente tranquila y abierta que nos
permite captar la Verdad y no ser ciegos a nuestras ilusiones.
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Si
el origen del sufrimiento está en el deseo, parece lógico suponer, de
entrada, que este Camino nos debe llevar a reducir nuestra sed de deseos, a
trascender nuestro egoísmo. Su observancia y práctica nos conduce a un
estado de equilibrio interior, a una mente tranquila y abierta que nos
permite captar la Verdad y no ser ciegos a nuestras ilusiones.
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Veamos
que nos sugiere este Noble Camino: Entendimiento Justo, Pensamiento Justo,
Acción Justa, Palabra Justa, Medio de Vida Justo, Esfuerzo Justo, Atención
Justa, Concentración Justa. Debemos entender el término "Justo /
Recto" no desde un sentido dual por oposición a injusto, sino en el
sentido que nos acerca al despertar.
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Entendimiento
Justo
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Parece
más una consecuencia que un camino. Sin embargo, nos invita a tener siempre
presente los principios fundamentales del budismo tales como la ley de la
causalidad, el aspecto transitorio y cambiante de los fenómenos, y la
naturaleza vacía de los mismos. Entendimiento Justo es asimismo una
invitación a no ser dogmáticos, a no encasillar la realidad, a apreciarla
en su conjunto y no sólo un aspecto aislado de ella.
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Pensamiento
Justo
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Nos
habla de prestar atención a nuestros pensamientos egoístas. A observar ese
discurso loco que nos acompaña a cada momento y que nos mete en un mundo de
ilusión, separándonos del resto del universo. Para de ese modo ser
equitativos, ecuánimes e imparciales en nuestros juicios y decisiones.
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Acción
Justa
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Lo
importante aquí es plantearse ¿Por qué hacemos esto? ¿Esta acción muere
en mí o por el contrario se expande al resto de los seres?
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Palabra
Justa
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La
palabra es una energía muy poderosa. Como un veneno, puede ser causa de
gran sufrimiento o, bien utilizado - como en la homeopatía - una medicina
poderosa. Nos anima a buscar este segundo aspecto, absteniéndonos de crear
confusión con ella.
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Medio
de Vida Justo
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Intentar
confeccionar una lista de oficios lícitos o no, nos llevaría a un enredo
de considerables proporciones. Atendiendo a las necesidades y circunstancias
individuales, cada uno debe echar mano de los principios budistas y de su
sentido común y en la medida de lo posible ser coherente con ello.
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Esfuerzo
Justo
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Aquí
se nos anima a no ser negligentes ni perezosos en nuestra práctica, pero
también a no caer en la obsesión: "Si dejas la cuerda de tu violín
floja, el instrumento no sonará; si la tensas demasiado, tampoco sonará
bien".
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Atención
Justa
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Con
la práctica de la Atención Justa mantenemos una actitud vigilante,
despierta, hacia nosotros mismos y nuestro entorno. Observamos cómo está
nuestra mente en este preciso instante detectando cualquier atisbo de deseo,
ignorancia e ira que pueda surgir antes de ser atrapados por ello. La Atención
Justa es un espejo claro, un medio poderoso por el que podemos vernos y al
vernos, aprender de nosotros mismos. Esta atención no debe entenderse como
un correr detrás de cada fenómeno que surja, sino en mantener la mente
clara de forma que pueda reflejar toda nuestra experiencia sin quedar
atrapados en ella.
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Un
alumno se presentó ante el gran Maestro Ikkyu para preguntarle:
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Maestro, ¿tendrías la bondad de escribirme algunas máximas sobre la
suprema sabiduría?.
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El
maestro escribió entonces en un papel: ¡Atención!
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El
alumno, un tanto sorprendido, preguntó.
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¿Esto es todo? ¿No vais a escribir algo más?
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El
maestro, ante la insistencia del alumno, cogió de nuevo el papel y añadió
dos palabras más:
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Atención.
Atención.
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El
discípulo, aún más turbado, dijo:
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-
En verdad que no veo una gran profundidad, sapiencia y agudeza en lo que
acabáis de escribir.
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Demostrando
su gran paciencia, Ikkyu volvió a coger el papel y añadió tres palabras más:
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Atención.
Atención. Atención.
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El
alumno comenzó a inquietarse y preguntó:
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¿Al menos me podéis decir qué significa la palabra atención?
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El
maestro, demostrando una vez más su paciencia infinita, cogió el papel y añadió
tres palabras más: - Atención significa atención.
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Concentración
Justa
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Nos
invita a tener una mente firme (no rígida), centrada en el instante
presente. Normalmente ocurre que no estamos para nada conscientes en lo que
estamos haciendo. La mente brinca alocada del pasado al futuro y viceversa,
poniendo por medio nuestros miedos y apegos. Así perdemos contacto con el
momento que nos ocupa y nuestra existencia transcurre en la más absoluta
inconsciencia.
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El
Camino Óctuplo puede verse como una carretera con ocho carriles que conduce
al despertar. No son caminos separados, independientes. Por ejemplo, sería
difícil entender la Acción Justa sin la participación de Pensamiento,
Entendimiento, Atención... Justo / a. Así, cuando damos un paso en
cualquiera de ellos, ese avance se refleja automáticamente en todos los demás.
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Recorrer
este camino significa, pues, trascender a cada paso las limitaciones de
nuestro ego, nuestra concepción ilusoria y estrecha de la realidad;
significa abrirnos más, volvernos más universales, menos dogmáticos, más
conscientes; en definitiva, más despiertos a la Verdad.
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Llegados
a este punto, puede verse muy claramente la importancia de la meditación.
En la práctica de la meditación, nuestra mente no busca escaparse, no
divaga, no se enreda en pensamientos ociosos (al menos de eso se trata),
sino que se da un renovado esfuerzo, momento tras momento, por permanecer
concentrados en el instante presente, en un sostenido estado de alerta hacia
nosotros mismos y todo lo que nos rodea (realmente en ese momento es difícil
encontrar separación). No hay cabida a la acción interesada ni a la
palabra corrupta que extorsione. Se realiza automáticamente el instante
presente, sin apegarse ni huir de la miríada de fenómenos que vienen y
van. Así, de un plumazo, en el proceso meditativo, todos y cada uno de los
"carriles" del Camino son realizados.
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Pero
lo más maravilloso es que esta actitud meditativa no requiere de lugar y
circunstancias especiales, por lo que nada impide que podamos llevarla
incluso a nuestra actividad cotidiana. De esta manera pelar unas patatas,
ducharse, atender un negocio o atarse los cordones, en fin, todos nuestros
actos se convierten en nuestra marcha por el Camino Óctuplo: En nuestra práctica
de Despertar.
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Finalmente,
me gustaría añadir como epílogo, sin comentario alguno, algunos hechos y
citas concernientes a la andadura del Budismo que me parecen un contrapunto
ideal para todo lo dicho:
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"Toda
verdad puede ser refutada", Buda.
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"El nirvana es un palo al que se atan los burros", Maestro ¿?
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El Maestro Nansen partió un gato por la mitad para enseñar a sus discípulos.
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Gensha dejó morir a su padre ahogado para ingresar en el monasterio donde se
convirtió en un ilustre maestro que condujo al despertar a muchos discípulos.
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El Maestro Gutei cortó el dedo a su discípulo tras lo cual éste experimentó
súbitamente el Despertar.
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