Tarde
o temprano, más temprano que tarde diría yo, todos, pero absolutamente todos,
perseguimos el 'amor incondicional'.
De
niños, cuando nuestros padres nos reprendían por algo que se considerara mal
hecho, siempre esperábamos ser perdonados de manera incondicional. Sin importar
lo que hiciéramos, o cómo nos hubiéramos portado, mamá y papá nos "debían"
perdonar. Que alegría tan grande saber que no habría castigo sino comprensión
y amor al final de cada una de nuestras actividades - ¡por muy mal que nos hubiéramos
portado! Sin embargo, cabe preguntar si verdaderamente existe ese amor
incondicional que todo lo resiste. Lamentablemente parece que para algunas
personas sí existe: para aquellos pobres malcriados que se pasan la vida
destruyendo y agrediendo a otros y de esa manera, a sí mismos.
Pero
la vida no es así, como tampoco lo es el amor relativo. Primero, porque si así
fuera, el desenfreno total nos llevaría al caos, al libertinaje y a una gran
desorientación. Tenemos que tener un límite, cierto control, una disciplina.
El comportamiento de los seres humanos en este momento es todavía rudimental y
por lo tanto, no nos podemos dar el lujo de ofrecer alegremente ese amor
incondicional, ese mismo que a su vez tanto buscamos, ya que todavía pensamos
de una forma y actuamos de otra, mentimos, somos incorrectos en muchos aspectos,
y estamos confundidos respecto de lo que es verdadero y de lo que no lo es. Un
ser en tal condición no puede llevar consigo el amor incondicional al que
hacemos referencia, porque realmente está pensando en el 'amor incondicional
samsárico' y no en el verdadero amor divino, el insuperable, ese que siempre
hemos tenido con nosotros. Porque es solo en la concepción de lo que es el amor
incondicional en lo que estamos errados, concepción, además, en la cual nos
basamos para desearlo y reclamarlo. El 'amor' nos lo da todo, pero no podremos
verlo así al verlo a través de la forma, del nombre, de sujeto, del objeto,
del ser.
Ese
es precisamente el problema, nos equivocamos, creemos que vivimos en la 'forma',
que tenemos un nombre, que somos un sujeto separado de los objetos y que somos
un 'ser. Con esto en mente pedimos, exigimos y demandamos el amor incondicional
de cuantos nos rodean: papá y mamá, el amigo, el jefe, el sacerdote, nuestras
mascotas, y así sucesivamente. Pero no logramos obtenerlo porque la forma, el
nombre, el sujeto, el objeto y el ser 'no existen'. La verdad absoluta es que lo
que existe es la Semejanza, la Unidad, la Mente Divina, el Amor Divino, la Vida
Divina y el Principio Divino, y todos ellos son el 'Yo Soy' Divino.
Una
amiga de nuestra familia me dijo un día - siempre busqué el apoyo, el amor y
la atención de todos a mi alrededor, pero nunca lo he obtenido... - ¡Ella lo
que quería era el amor incondicional!
Es
un deseo que todavía cargo conmigo - continuó diciendo - y realmente nunca lo
he encontrado, en nada ni en nadie. - Todos ponen condiciones para amarme, algo
a cambio, cualquier cosa, pero algo a cambio: amor, consideración, lealtad,
compromiso, en fin, cualquier cosa. - ¡Pero, 'nuestra amiga' no lo quería así,
lo quería incondicional! A mi entender, ¡quería el perdón divino! Ya que
desde el punto de vista relativo, el amor incondicional es 'el perdón divino.
¡No es poco a lo que aspira! ¡Creo que todos aspiramos a eso!
Ese
amor incondicional que estás buscando - le dije - no está en el samsara, no lo
busques ahí, está más allá. Tenemos que hacerlo brotar en nuestros
corazones, y de ahí, darlo; esa es la función del amor incondicional: darlo no
recibirlo. Es difícil de entender y hasta de explicar, pero fácil de dar
cuando se manifiesta, porque una vez que ha brotado, es generoso y abundante.
Nosotros somos los instrumentos dadores de ese amor. El recipiente maravilloso
que lo contiene, 'el templo de Dios donde mora el espíritu', dice San Pablo en
su Primera Epístola A los Corintios, capítulo 3, versículo 16. ¡Y no lo
vemos y no lo entendemos!
Para
hacerlo brotar - no para obtenerlo, atraparlo o poseerlo, ya que eso sería
apego y ahí nunca encontrarás amor - tenemos que tenerlo en mente 'todo el
tiempo', y debo insistir, 'todo el tiempo'. Pero es ahí precisamente donde
fracasamos. La mente nos esclaviza con sus pensamientos inútiles y de ahí que
sea muy difícil enfocarnos constantemente en 'el Amor Incondicional' o Amor
Divino.
Tenemos
el recurso de la meditación y de la concentración para poder controlar esa
mente que nos aparta de nuestro privilegio maravilloso de experimentar el amor
incondicional, pero estamos tan ocupados pensando en cómo alcanzarlo que no
vemos que está tan solo a una meditación de distancia, y se los digo por
experiencia propia. He llegado a comprender que todo, absolutamente todo, está
a una meditación de distancia. De hace un tiempo para acá, esa es mi nueva
unidad de medida. ¡Simplemente ensáyala!
Supongamos
por ejemplo que hemos sido rechazados en cualquier circunstancia, dura o
injusta, en la cual sentimos que hemos sido maltratados y que queremos
experimentar 'ese amor incondicional', para sentir algo de seguridad ante lo
adverso de la situación. Por favor, ¡Qué infantiles podemos llegar a ser! ¡Nadie
nos puede dar eso, y mucho menos otro ser humano que está igual de engañado
creyendo tener la razón! Pero recuerden, la respuesta y la paz se encuentran a
tan solo una meditación de distancia. ¡Meditemos! Hagámoslo en este instante,
conjuntamente, aquí y ahora.
Ahora
leamos el siguiente párrafo del Sutra Surangama:
El
Buda, el Honorable del Mundo, dijo así a Ananda estando cerca de Sravasti, en
el bosque de Jeta, en el estado de Anathapindika, frente a una asamblea de magníficos
Bhiksus, mil doscientos cincuenta por todos.
-
Ananda, todavía no has entendido que todos los objetos corruptos que aparecen,
todo el 'fenómeno ilusorio y efímero', surge en el mismo punto donde también
llega a su final. Sus aspectos fenoménicos son ilusorios y falsos, pero su
naturaleza es en verdad la sustancia brillante de la iluminación maravillosa.
Por lo tanto, eso es desde el principio hasta el final, desde las cinco skandhas
y las seis entradas, hasta los doce lugares y los dieciocho dominios, la unión
y la mezcla de las variadas causas y condiciones que se consideran por su
existencia, falsas e ilusorias; y la separación y dispersión de las causas y
condiciones resultan en la extinción ilusoria y falsa. ¡Quién habría pensado
que tal generación y extinción, llegando y partiendo, es fundamentalmente la
luz maravillosa del Tathagata, la perfección inamovible que todo lo penetra, la
maravillosa naturaleza de la Semejanza Verdadera! Si en la naturaleza verdadera
y eterna uno busca el ir y venir, la confusión y la iluminación, o el
nacimiento y la muerte, nunca los encontrará.
Primero
dice - Ananda, todavía no has entendido. - Ananda está confundido, no ve 'la
naturaleza verdadera y eterna' en los objetos corruptos, es decir, el
sufrimiento y la muerte 'en el fenómeno ilusorio y efímero', aquello que
estamos tratando de comprender y que es un obstáculo para 'ver' el verdadero
amor incondicional que vive en nosotros.
Y
continua diciendo: "Todo aquello ilusorio o no-verdadero surge en el mismo
punto donde también llega a su final. O sea, surge y termina, nace y muere, es
algo creado y no verdadero, algo creado por la 'mente', por lo tanto, no tiene
sustancia y se extingue".
El
Honorable del Mundo repite de nuevo para hacer hincapié, que los aspectos del
'fenómeno' son ilusorios y falsos, diciendo entonces, en su gran revelación,
que la naturaleza o esencia de todo eso, diría yo, de lo que surge y muere, es
'también' en verdad la sustancia brillante de la iluminación maravillosa. Y
que por lo tanto, es la unión y la mezcla de las variadas causas y condiciones,
o sea, desde el principio hasta el final, desde los cinco skandhas o agregados y
las seis entradas, hasta los doce lugares y los dieciocho dominios, es [y de
nuevo repito] la unión y la mezcla de las variadas procedencias y
estipulaciones o estados que se consideran por su existencia falsos e ilusorios
porque son creados o nacidos y separados o dispersos. Y la separación y
dispersión de las causas y condiciones o procedencias y estipulaciones resultan
en la extinción de la ilusión y la falsedad. ¿No es eso lo que estamos
buscando? ¿Destruir el obstáculo para llegar a la comprensión y la visión
suprema? ¿Y no es la separación y dispersión de esa concepción errónea lo
que hemos de aplicar para librarnos de los obstáculos aparentes y así poder
ver la realidad suprema?
Más
adelante continua diciendo: "¡Quién habría pensado que tal generación y
extinción, el llegar y el partir, es fundamentalmente la luz maravillosa del
Tathagata, la perfección inamovible que todo lo penetra, la maravillosa
naturaleza de la Semejanza Verdadera! Si en la naturaleza verdadera y eterna uno
busca el ir y venir, la confusión y la iluminación, o el nacimiento y la
muerte, nunca los encontrará. - Y yo agrego - ¡son imposibles de encontrar
porque son ilusorios y falsos! ¡No existen!"
¿Cómo
entonces podemos afirmar que no tenemos ese amor incondicional? ¿Cómo entonces
lo estamos reclamando si ya lo poseemos? ¿Qué estamos mirando?... ¡Y todavía
tenemos el valor de sentirnos alienados por el Dios Divino! ¡Adónde hemos
llegado! A la ceguera total. No en balde dijo Hui Neng que 'ver es el propósito
de la vida'.
Queridos
lectores, la visión relativa es falsa, engañosa y todos sabemos que es así.
En la Biblia nos narran del hombre que confundió una soga por una serpiente, y
de como en un momento dado, comprendió que era una soga y ya no hubo más
temor. Igualmente tenemos que tener presente que 'el amor incondicional' siempre
ha estado con nosotros y siempre lo estará. Miremos correctamente, y si nos
parece ver la serpiente y no la soga, detengámonos, meditemos y no nos dejemos
engañar por la falsedad y la ilusión.
El
Buda dijo:
- "A través de muchos
nacimientos busqué en vano
El constructor de esta casa de Dolor.
Ahora, Constructor, te veo claramente,
Y de esta Casa, finalmente estoy libre;
Quemé las vigas, el techo y las paredes,
Y vivo en la Paz más allá de todo."
Hemos
perdido la capacidad de conectarnos con la vida, de conectarnos con la realidad.
No la perdamos aún más. No sea que al perderla y de nuevo comenzar a buscarla,
perdamos también el momentum, el aquí y el ahora, que es cuando todo tiene su
lugar. Aprendamos a poner en contexto los mensajes que llegan del interior y el
exterior: haz hecho mal esto... no te quiero... no sabes hacerlo... no puedo...
no comprendo...
¡No
dejemos correr la mente a su gusto! Recuerden que es falsa y engañosa. Hay que
proteger nuestro mundo interior, y así, de esa manera, generar conductas
positivas. Conductas que nos conduzcan a entender que ese amor incondicional no
está en el exterior; que no tiene forma, ni nombre, ni sujeto, ni objeto, ni es
un ser en particular ni muchos en general.
¡Descubramos
nuestro universo interior y realicemos así el Amor Incondicional!
Y
tengamos siempre presente lo que el Buda le dijo a Ananda en el Sutra Surangama,
entendiéndolo y asimilándolo:
-
Ananda, (en este caso, cada uno de nosotros, querido lector), todavía no has
entendido que todos los objetos corruptos que aparecen, (interiores y
exteriores), todo el 'fenómeno ilusorio y efímero', surge en el mismo punto
donde también llega a su final. Sus aspectos fenoménicos son ilusorios y
falsos, pero su naturaleza es en verdad "la Sustancia Brillante de la
Iluminación Maravillosa".
Y
para concluir citemos también las palabras del Buda en otros de sus sermones:
"Está el 'yo' y está la
verdad. Donde está el 'yo', no está la verdad. Donde está la verdad, el 'yo'
no está. El 'yo' es el error fugaz y efímero del sámsara; es la separación
individual y el egoísmo que engendra la envidia y el odio. El 'yo' es el ansia
de placer y el anhelo vehemente de vanidad. La verdad es la comprensión
correcta de las cosas. Es lo permanente y duradero, lo real en toda la
existencia, la bienaventuranza de la rectitud.
La existencia del 'yo' es una
ilusión, y no hay nada erróneo en este mundo, no vicio... no maldad... excepto
eso que fluye de lo que el 'yo' hace valer. El logro de la verdad es posible
solamente cuando al 'yo' se le reconoce como una ilusión. La rectitud puede ser
practicada solamente cuando hemos liberado nuestra mente de las pasiones del egoísmo.
La paz perfecta puede vivir solamente donde toda la vanidad ha desaparecido.
Bienaventurado es aquel que
entiende el Dharma. Bienaventurado es aquel que no daña a sus semejantes.
Bienaventurado es aquel que vence el error y está libre de pasiones. Porque la
bienaventuranza mayor la ha obtenido aquel que ha conquistado todo el egoísmo y
la vanidad. Ha llegado a ser el Buda, el Perfecto."
¡No
tengan la menor duda de que si llenan sus mentes con la verdad podrán abrir sus
ojos y observar cuan cerca han tenido ese amor incondicional, ese amor que tanto
han buscado a través de todas sus vidas!
OM,
OM, OM…
Rev.
Yin Zhi Shakya, OHY
Viernes, 29 de noviembre de
2002