Lo Relativo y lo Absoluto
Relatos de la Vida Diaria
 
Rev. Yin Zhi Shakya
 
Por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY
Corrector: Zhèng chún (Fernando Valencia)
 
Relato #32
 
Deontología del Budismo Zen/Chan
 
 
Buda
El Budismo Zen/Chan es un sistema de educación completo - el sistema del Buda Shakyamuni - por lo que no es posible confinarse a hacer alguna de sus prácticas y pretender así progresar en el camino espiritual. Las enseñanzas del Buda deben integrarse a la vida con el propósito de alcanzar la liberación o la Iluminación. De aquí que la ética deba ocupar un lugar importante en los objetivos del practicante.
 
En la visión budista del mundo todos los seres participan de la naturaleza de la mente iluminada - "Todos los seres desde el principio son Budas... Fuera de los seres vivientes, ¿dónde puede haber Budas?"
 
El Karma, el sistema complejo de conexiones y asociaciones de causas y efectos que nos colocan en la posición en que nos hallamos, o sea, que vincula a los seres con las consecuencias de sus actos, sin necesidad de que ningún ente superior los premie o los castigue: es una fuerza impersonal y mecánica, por lo que son los mismos seres quienes deciden continuamente su futuro a través de sus actos presentes y quienes sufren los resultados de sus actos pasados. Uno de los propósitos de la meditación es el de poder ser consciente en todo momento, para así poder observar el surgimiento de emociones conflictivas y transformarlas de modo que los actos individuales sean siempre correctos.
 
La Vida
 
Para un budista la acción más negativa es la de atentar deliberadamente contra la vida de otro 'ser', especialmente si es sensible y se utiliza la premeditación y crueldad. La violencia de cualquier clase debe ser rechazada sin contemplaciones, sin que el fin pueda jamás justificar los medios.
 
Es evidente que esto incluye el asesinato de seres humanos, pero puesto que nos referimos a todos los seres, ¿deben los budistas ser siempre vegetarianos? En ocasiones esto ha sido interpretado de esta manera, y el vegetarianismo es práctica común para la mayoría de los monjes y para todos los budistas en general, pero las respuestas tajantes son ajenas a la vía media de Shakyamuni. La realidad es que el hombre, en determinadas fases de su vida y en muchos lugares del planeta, como el Tíbet, por ejemplo, vivir sin recurrir a las proteínas animales no es fácil. El cuidar la vida misma es un deber y no es lo mismo comer la carne de un animal que matarlo por deporte o disfrutar con su sufrimiento. Sin embargo, nunca debemos perder de vista el carácter sagrado de la vida y debemos agradecer el sacrificio de los seres que mueren para que otros vivan. Nunca es excusable hacer sufrir innecesariamente a un ser por inferior que nos parezca en la escala biológica. Por ello, el budista tiene también una obligación hacia la naturaleza que le rodea, su hábitat propio y de los demás seres, y debe hacer lo posible por conservarla y no destruirla.
 
- En esta línea de razonamiento ¿qué pensar entonces del aborto? ¿Puede un budista hacer o asistir en la operación de un aborto? Esta es una buena pregunta. Mi respuesta personal es, '¡Oh Dios mío, espero que no!' Pero... es honesto y es legal y algunas veces se demuestra una mayor compasión ayudando en el aborto que en prohibir su práctica. Los profesionales que se ocupan del Cuidado de la Salud tienen que decidir por ellos mismo si consideran que es un crimen el terminar un embarazo prematuro. La ley en últimas establece que si un feto puede sobrevivir por sí solo, su vida no puede ser abortada. Por esta razón, a los tres meses de embarazo ya ni siquiera se contempla el aborto. Si la madre no tiene suficiente comida para el feto, ella lo deja morir anónimamente. Donde hay medicinas o recursos disponibles, los abortos son realizados. En principio debe ser considerado una acción muy negativa, puesto que impide a un ser alcanzar la existencia; pero no es lo mismo un aborto frío y premeditado por razones egoístas a una salida para salvar la vida de la madre, o al de descubrir un feto claramente inviable u otros casos que puedan disminuir o anular lo negativo que lleva consigo su práctica. Prohibir el aborto por ley puede ser tan malo como alentarlo irresponsablemente; en última instancia es algo difícilmente evitable por la fuerza y que hay que cargar sobre el karma de quien decida llevarlo a cabo.
 
Lo mismo sucede con el suicidio, puesto que la vida misma también debe ser conservada. El suicida comete su acto por desesperación u orgullo y al cometerlo evita que madure su karma, y deja a su ser anclado en lo más profundo de la emoción que le domina y más atado aún al Sámsara. Por esta razón, no debe llevarse el desapego budista hasta el extremo de que nuestra salud se resienta por exceso de ascetismo, ni aturdir la mente con drogas blandas o duras, que impidan cualquier clase de progreso espiritual y que hacen más espesos los velos de las ilusiones. Debemos cuidar el cuerpo porque la vida humana es una existencia preciosa que no todos los seres alcanzan y además, es la más propicia para elevarse en el camino hacia la iluminación. El suicida cree que pone fin a su sufrimiento, pero tristemente no alcanza a ver que con su decisión se está hundiendo aún más en éste.
 
¿Qué hacer entonces cuando nos llegan la enfermedad y el dolor? Los trataremos de la mejor forma posible, sin hacernos los duros ni padecer sufrimientos innecesarios, pero debemos aceptar el dolor inevitable y entender que es el resultado de nuestro propio karma.
 
Las Emociones
 
De todas las emociones que nos causan conflicto, la aversión y sus extremos, la ira y el odio, son unas de las más fuertes y también las que más fácil podemos identificar. Debemos estar sobre aviso para detectarlas en sus inicios y redirigirlas. La aversión es producto del dualismo que nos hace ver todo siempre en términos de "yo y el otro". El odio es una energía muy negativa que nos puede llevar a la crueldad, la violencia y la injusticia. Siempre debemos vernos en el lugar de los demás e intentar comprender sus razones y sus modos de obrar. Nunca deberíamos considerar a otros como extraños y enemigos: todos los seres buscan la felicidad y participan de la naturaleza del Buda.
 
A veces se llama amor a una pasión egoísta que controla, domina y no respeta. Esto es el apego, que puede darse respecto a cosas, personas y actos. No es tan fácil de reconocer como la aversión, mostrándose mejor, loable, pero que en últimas es igual de negativo y capaz de producir gran infelicidad. El apego nos conduce a ser posesivos, a los celos, a la avaricia y a las adicciones. El practicante budista debe ejercitarse en el desapego con la conciencia de que todo es impermanente, hasta las cosas que parecen más firmes y duraderas.
 
Esto no es incompatible con el amor a la familia, a los amigos o a la pareja, que son algo natural, y para lo que no se requiere ningún entrenamiento. Pero debemos mantener la idea de que estos afectos son limitados y tendrán necesariamente un fin, y que en la medida de lo posible, debemos extender el respeto y el cariño que sentimos por nuestros seres queridos, familiares y amigos, hacia todos los seres sensibles sin excepción, con lo cual podremos desarrollar la compasión.
 
Es muy fuerte la tendencia a sentir apego por los placeres sensuales como la comida, la música, el sexo, etc. Estos placeres no son en sí mismos malos y, bien administrados, pueden ser fuente de paz y equilibrio interiores. El problema está en la excesiva afición o incluso a la adicción que algunos desarrollan por ellos, atándose así a algo muy pasajero y que también son fuente de dolor y sufrimiento.
 
El sexo es, concretamente, algo que siempre causa muchas preocupaciones. En sí mismo es igual a cualquier otro placer sensual, pero suele tener más implicaciones por sus efectos inmediatos en otras personas. Ahora, a los sacerdotes y monjes budistas no nos es permitido tener sexo con los miembros de nuestra congregación o con otros sacerdotes; estamos limitados por las 'reglas de la integridad sexual'. Si un miembro de nuestra congregación o un sacerdote es casado, está casado y no puede engañar a su pareja [A los sacerdotes se les permite casarse]. La tentación para los que han hecho votos de castidad, como los monjes y las monjas, los aparta del camino que han pretendido escoger. Aparte de éstas u otras conductas que causen daño, en el sexo como en todo, es aconsejable guardar la debida moderación, para evitar caer en una esclavitud sensual que nos hundirá cada vez más en el mundo de los sentidos y las ilusiones del ego.
 
El orgullo, el peor engaño del ego, es algo de lo que debemos cuidarnos de modo muy especial. Es un lente deformante que nos hará sentir desprecio por cosas y personas, y que nos hará sufrir por sentirnos despreciados a la vez que despreciamos. El orgullo enceguece y conduce a menudo al aislamiento y a la autodestrucción. Debemos combatir el orgullo con la humildad, reconociendo en los demás nuestra propia naturaleza búdica, sólo que velada por la ignorancia; y de la misma manera, debemos reconocer en nuestras posibles fortalezas mentales y materiales, simples instrumentos para nuestro perfeccionamiento y el de los demás seres.
 
La envidia es también una emoción negativa y destructiva que corroe al que se deja dominar por ella y es causa de profunda infelicidad. Orgullo y envidia llevan a la maledicencia y a la crítica indiscriminadas, que hacen más infeliz a quien las practica y que pueden causar grandes males a otros. Nunca se debe juzgar lo que hacen los demás y menos aún entregarse a murmuraciones que pongan en cuestión la reputación ajena.
 
Por último, la pereza debe ser evitada, entregándonos más bien a ser diligentes y personas constantes. El continuo aplazamiento de los deberes que tenemos por delante, así como el dejarse caer en la inactividad, impiden cualquier clase de desarrollo espiritual y solo fomentan la torpeza mental y el despertar los sentidos más bajos. El perezoso vive inútilmente, dejando pasar en vano los días de su preciosa existencia humana.
 
La Muerte
 
El fin de la existencia individual es algo inevitable, pero nuestro ego se aferra a la vida de una forma irracional y de aquí surgen muchos miedos acompañados de innumerables sensaciones de inutilidad y vacío. El budista debe entrenarse para la muerte física y aprender a considerarla como un paso más en su proceso hacia la iluminación. La muerte sólo es el fin del yo presente, que es algo irreal y transitorio, y de las ilusiones que nos ha generado. Debemos aceptarla como algo para lo que nos hemos preparado a través de la meditación y la ética, y esperar que nos conduzca hacia una existencia más cercana a la liberación o a la liberación misma. No hay que obsesionarse con la idea de la muerte ni hacer un culto de ella, sólo aceptarla como parte del proceso y perderle el miedo, puesto que en sí misma no es distinta a cualquier otra transición de las muchas que se dan en el Sámsara. Al respecto, Paramahansa Yogananda dijo:

"Cada uno de nosotros ha de morir un día, así que no hay razón en temerle a la muerte. Tú no te sientes miserable con el prospecto de perder la consciencia de tu cuerpo cuando vas a dormir; aceptas dormir como un estado de libertad al que esperas diariamente; es un estado de descanso, una pensión o jubilación de esta vida. No hay nada que temer. Cuando la muerte llega, ríetele. La muerte es solamente una experiencia a través de la cual te preparas para aprender una gran lección: ¡NO PUEDES MORIR!"

De 'El Libro del Arte de Morir' ['The Book of the Craft of Dying'] escrito por Frances M. Comper, un trabajo de la Europa Medieval, he tomado el párrafo siguiente:
"Aprende a morir y vivirás,
porque no habrá nadie quien aprenda verdaderamente a vivir
quien no haya aprendido a morir."

El Buda, el Honorable del Mundo dijo:

Todos los actos de las criaturas vivientes llegan a ser malos por diez cosas, y por evitar esas diez cosas, llegan a ser buenos. Hay tres degradaciones corporales, cuatro degradaciones del habla, y tres degradaciones de la mente.

Las degradaciones corporales son: matar, robar y adulterar; las del habla son: mentir, difamar, abusar y hablar frívolamente; las de la mente son: la codicia, el odio y el error.

Les exhorto que eviten estas diez degradaciones:

1. No maten; sino respeten la vida.
2. No roben, ni hurten; sino ayuden a todos a ser los dueños del fruto de su labor.
3. Absténganse de la impureza viviendo una vida de castidad.
4. No mientan; sean verídicos. Hablen la verdad con discreción, sin temor y con un corazón noble.
5. No inventen relatos perversos ni lo repitan. No vituperen, sino que busquen el lado bueno de sus semejantes, de forma que con sinceridad, puedan defenderlos de sus enemigos.
6. No juren, sino hablen decentemente y con dignidad.
7. No pierdan el tiempo en chismes, sino hablen con propósito y guarden silencio.
8. No codicien, no envidien, sino regocijasen en la fortuna de los otros.
9. Limpien sus corazones de malicia y no promuevan el odio, ni siquiera en contra de sus enemigos, sino abracen a todos los seres vivientes con benevolencia.
10. Liberen sus mentes de la ignorancia y anhelen comprender la verdad, especialmente aquello que es necesario, para que no caigan presa del escepticismo o de los errores. El escepticismo les hará indiferentes y los errores les desviarán del camino, y por lo tanto no podrán encontrar el pasaje noble que nos guía a la vida eterna.

 
En la Biblia tenemos en Éxodo capítulo #20, versículos 1-17, lo siguiente:
Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:

Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos.

1. No tendrás dioses ajenos delante de mí.
2. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
3. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano.
4. Acordarte has del día de reposo para santificarlo.
5. Honra a tu padre y a tu madre.
6. No matarás.
7. No cometerás adulterio.
8. No hurtarás.
9. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
10. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
 
Resumiendo: Estar completamente a salvo es aceptar sin rencor todo lo que ha pasado en nuestras vidas. Por supuesto, deploramos los errores que hemos hecho. Pero la salvación nos capacita finalmente para entender nuestros propios crímenes así como también entendemos los crímenes de los otros y nos perdonamos a nosotros mismos como los perdonamos a ellos. Esta es una victoria extraordinaria... la cual es la razón del porque aquellos que se han salvado son contados entre los ganadores máximos de la vida, y aquellos que no, son muy numerosos para contar.
 
 
(Vamos, vamos, vamos más allá, vamos a la otra orilla, ¡Iluminación! ¡Gozo!)
 
 
Nota: Si desean información sobre el Budismo Chan/Zen envíenos una nota por nuestro correo electrónico y le responderemos con mucho gusto.
 
 
Rev. Yin Zhi Shakya, OHY
Sábado, 22 de marzo de 2003
 
 
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